En ocasiones, ver como derrumban a un icono infantil con un lanzamisiles, produce gustirrinín. Supongo que es el mismo tipo de placer que sentimos cuando nos queda la última gotita de pis por expulsar, o cuando vemos como su vejestórica majestad se tropieza por enésima vez en los escalones de cualquier escenario internacional.
Y es que por muchos que nos joda, a fin de cuentas todos tenemos una pizca de salerosa maldad, sino fuera así, esto sería el mundo de los Pitufos, pero sin Gárgamel y con mucha tontería lánguida de por medio... un panorama poco apetecible a pesar de su toque "happy azulón".
Todos sabemos que en este mundo lo único bueno de color azul, lo fabrica Heisenberg.
He dicho. I said.
Fin.
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