Encuestados
Hace unos meses vi una película en la televisión de esas que suelo poner para inducir el
sueño a la siesta. Esa película, de la cual no recuerdo ni su título, ni su
trama ya que me quedé dormida a los diez minutos, arrancaba con el asesinato
del dueño/jefe de una empresa. La policía preguntaba a los empleados sobre el
asesinato y algunos entre lágrimas, otros sin sentimiento de dolor, exponían su
versión del acto vivido en su empresa. Cuando desperté de la siesta, mi mente
recuperó esas escenas y maquinó un plan algo macabro.
Desde ese
día, y durante los 3 deses siguientes, me propuse realizar una “encuesta de
andar por casa” entre familiares, amigos y conocidos que afortunadamente eran
poseedores de un puesto de trabajo (sí, existen!!). Ese tanteo iba dirigido a
preguntar a esos trabajadores ¿qué sentirían si un día, al llegar a su puesto
de trabajo, les recibieran con la noticia de que su jefe había sido asesinado?
¿Cómo reaccionarían, independientemente de las razones, cuál sería su primera
reacción una vez superado el primer shock de la noticia?
Las
generalizaciones son imprudentes y más aun si nos centramos en una estadística
ajena al rigor científico. Decir porcentajes sin cumplir los elementos básicos
de un análisis de campo, hacen de mi “encuesta” un análisis carente de valor
científico pero dice mucho del ambiente laboral que se vive hoy en día.
Cierto es
que nunca se ha amado al jefe, es cierto que nunca la relación entre la
patronal y el obrero ha sido de amor y amistad pero sí puedo afirmar que de un
muestreo de aproximadamente 50 encuestados, en torno al 90% afirmó que no
sentiría dolor por la noticia, más bien indiferencia,
que ni tan siquiera derramarían una lágrima; un 7% confesó abiertamente que se
alegraría, y sólo un 3% afirma que se sentiría desgraciado y muy triste al
recibir la noticia.
Esta
encuesta la he realizado con trabajadores de toda índole tanto en empresas
pública como privadas; Trabajadores temporales y con contrato fijo; Perceptores
de salarios decentes y algunos con remuneraciones que no merecen ser
denominadas como tales; empleados con horarios racionales y explotados con más
horas a sus espaldas que pelos en sus cabezas.
Todo ello,
provoca cierto temor al tener al jefe en tan baja estima que parece pensar que
una revolución obrera podría realizar un verdadero alzamiento contra el patrón.
Señores/as empresarios/as (dudo que alguno lea este texto por mucho que pollo
sin brazos insista en convencerme de la universalidad de nuestras opiniones), cuestiónense
esta situación y guarden muy bien sus espaldas pero si quieren realmente evitar
esto, traten dignamente a sus empleados.....
Soñar es gratis ¿no?
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