Somos
unos seres descerebrados, aborregados y cavernícolas.
¡Qué demonios!, los cavernícolas
a nuestro lado eran unos potentes cerebros.
Con
el desarrollo tecnológico, nos vimos abocados a vivir enganchados a los
ordenadores. No ya como herramienta de trabajo que solucionaba la vida de los
trabajadores de forma increíble, eso sí, a costa de eliminar muchos puestos de
trabajo.
Vivimos enganchados a un ordenador para todo, para informarnos, leer, aprender, investigar, divertirnos.
Y parece que no hay mundo más allá de la misma pantalla del pc.
Vivimos enganchados a un ordenador para todo, para informarnos, leer, aprender, investigar, divertirnos.
Y parece que no hay mundo más allá de la misma pantalla del pc.
Pero
llegó la tecnología y decidió ponérnoslo más fácil. Menguó el tamaño de los
terminales de cara metérnoslos en los bolsillos. Y lo hizo, lo consiguió y nos
metió en la vorágine de la adicción a esa sensación de sentirnos enganchados a
todo lo virtual. Mensajería instantánea, correos electrónicos, diarios de información, ocio y cultura y por
supuesto todo ello aderezo con todo lo malo que internet nos puede ofrecer.
No
contentos con esto, nos enganchamos de tal forma que el móvil se convirtió en
una prolongación de nuestra mano. No había persona que no se preciara que no
paseara fuera de sus bolsillos sus terminales.
No sé si como un alarde de poderío al poseer el mejor y más actualizado
móvil o bien porque ese enganche no permitía vivir sin sentir los “latidos” del
móvil en todo instante.
La gente pasea por la calles sin mirar más allá de las palmas de sus manos. Los dedos se deforman y se extra-potencian por el uso indiscriminado y continuado de los mismos. Hay uso sin control.
Hay pasos que chocan con otros pasos que incapaces de levantar cabeza, ni tan siquiera perciben haber chocado entre sí.
La gente pasea por la calles sin mirar más allá de las palmas de sus manos. Los dedos se deforman y se extra-potencian por el uso indiscriminado y continuado de los mismos. Hay uso sin control.
Hay pasos que chocan con otros pasos que incapaces de levantar cabeza, ni tan siquiera perciben haber chocado entre sí.
Es
tal el hipnotismo del móvil que parecemos androides, zombis que pululan por las
calles de pueblos y ciudades sin dejar de deslizar los ojos por las pantallas
frías de nuestros móviles.
Hoy, salir a la calle sin la conexión al Smartphone se ha convertido en un imposible, en un salir a la realidad desnudos en un lanzarse al abismo sin red.
Hoy, salir a la calle sin la conexión al Smartphone se ha convertido en un imposible, en un salir a la realidad desnudos en un lanzarse al abismo sin red.
Y
por si fuera poco, nos han lanzado un nuevo cebo que además de enganchar como
yonkies, nos permite olvidar incluso nuestras necesidades básicas, olvidar
nuestros trabajos, nuestras amistades, a nuestras familias.
Los “Moquemon” de turno nos invaden, nos chupan la sangre, la energía y hasta la vida. Y no dudo que en breve, el terrorismo se llevará de la mano de la adicción a este adictivo juego que seguro llenará titulares con frases que indiquen como un cazador de Moquemons asesina a otro cazador por culpa de una pieza triunfal virtual.
Los “Moquemon” de turno nos invaden, nos chupan la sangre, la energía y hasta la vida. Y no dudo que en breve, el terrorismo se llevará de la mano de la adicción a este adictivo juego que seguro llenará titulares con frases que indiquen como un cazador de Moquemons asesina a otro cazador por culpa de una pieza triunfal virtual.
Qué
feliz soy con mi teléfono “ladrillo” sin internet, sin adicciones, sólo para
llamar y recibir llamadas….. una de dos, o nos controlamos o bien nos dominaran
y nos adiestrarán como a perritos falderos. No dejemos que las grandes
multinacionales del capitalismo sigan abusando de nosotros con nuestro consentimiento, no les demos ese gustazo y menos con un absurdo juego de
quinceañeros.
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