martes, 29 de noviembre de 2016

Amputando nuestra lengua by La PutaVieja.


Amputando nuestra lengua

 


El inglés se ha convertido en la lengua líder de las comunicaciones y abanderada de la globalización que nos engulle hoy en día
Sin embargo, siempre nos quejamos de la necesidad imperiosa y casi vital de aprender idiomas y cada vez que se nos “exige” en mayor medida,  hablar y comprender en inglés. Pero no somos capaces ni tan siquiera de defender en nuestro día a día nuestro idioma así que poco podemos o debemos quejarnos

 


Hoy el uso de nuestra lengua se ve contaminada por el poder de los anglicismos y por nuestra vaguería y necedad. Igual es que como soy muy viejuna, mi lenguaje se ve algo caduco pero me alegro de ser capaz de mantener una conversación empleando palabras en español sin necesidad de contaminarla con sustitos en inglés. Ahora la gente no está a la moda sino que es Fashion; No vamos al gimnasio si no al Gym; No jugamos al baloncesto si no al basket; Cuando estás conectado a los múltiples canales virtuales desde nuestro ordenador o nuestro teléfono móvil, estamos online;  Y todo ello porque somos VIP y no  personas muy importantes y que no compramos algo de comida para llevar sino to take away…. Y seguro que hay cientos y miles de expresiones que ya se han adueñado de nuestro lenguaje, de nuestra lengua y que aunque tengan su palabra en español, nos resulta ya extraño no utilizar su versión inglesa.

 



Pero no necesitamos echar mano de los anglicismos cuando nosotros mismos, nos valemos y bastamos para destrozar nuestra lengua materna. Las muletillas son válidas siempre y cuando cumplan su utilidad como por ejemplo cuando intentamos mantener la atención del oyente o cambiar de tema sin perder el turno de palabra entre otras situaciones. Pero últimamente, son demasiadas las que se emplean aunque no tanto en su variedad como en el número de veces que se usa innecesariamente empobreciendo nuestras conversaciones. Ese ¿vale? o ese, ósea, o insistir en cada frase con un así que o un ¿me entiendes? Provoca que nuestro lenguaje se vea cada vez más limitado en expresiones y vocabulario. Se repiten hasta la saciedad y no siempre con una presencia necesaria.

 



Y quisiera llamar la atención sobre un error que cometemos últimamente con gran frecuencia y es el odio tan grande que hemos desarrollado por el diccionario o el diccionario de sinónimos y antónimos. La expresión que sigue a un calificativo y a la cual me refiero es por ejemplo, “ no es grande es lo siguiente” . oiga que para eso existe una gran variedad de versiones: “no es grande es grandísimo” o es enorme o incluso podríamos decir que es ¡espectacularmente enorme! Las cosas que “no son caras si no lo siguiente”, puede solucionarse con un carísimo. Es decir, que no hace falta alegar que tras una palabra hay otro nivel de ella sino que tras una palabra, hay otra palabra capaz de expresar ese nuevo calificativo.
Y tal y como vamos, nuestras nuevas generaciones, no sólo destrozan nuestro idioma con todo ello sino que además el recorte de palabras en textos escritos hace que las vocales y muchas de las consonantes se pierdan en mensajes, correos electrónicos y desgraciadamente, hasta en textos oficiales y/o exámenes, se ha aceptado por buena esa amputación de letras. No, por favor, ¡¡¡no destruyamos más nuestra materia prima!!!
Aprovechemos que tenemos un rico lenguaje y no destrozamos lo bueno y bonito de nuestra lengua. 



sábado, 5 de noviembre de 2016

De la cocina a las urnas by La PutaVieja.



De la cocina a las urnas.



Hace unos días un adolescente curioso, me preguntaba cuáles eran los ingredientes del bizcocho que cada vez que venía a mi casa, devoraba con gusto. Cuando le enumeré la lista de productos utilizados, me comentó que algunos de esos ingredientes por separado no eran realmente atractivos, pero una vez juntados, mezclados y horneados, otorgaban un abanico de placeres visuales, olfativos y de paladar realmente admirables.

Seguidamente me preguntó cuáles eran los ingredientes de la política. Tras un largo y arduo debate ante esta pregunta, concluimos él y yo que la política se asemeja a la elaboración de ese bizcocho, la política parece que nos ofrecía ese mismo mejunje y calores de la preparación del bizcocho
Todos desean un pedazo de ese pastel y muchos con más o menos ganas se meten de lleno en la masa y en el horno. A algunos les pillan con las manos en la masa y otros descubren más tarde o más temprano que no utilizan los mejores ingredientes e incluso algunos maquillan de tal forma los productos que cambian la receta original, destruyendo los principios básicos de la misma y por supuesto su resultado final, no siempre con efectos positivos. Con ese producto final artificial y artificioso, a muchos consiguen engañar pero a la larga, se les descubre el pastel.
 
Cada ingrediente de la política puede por sí solo resultar algo insípido, insulso e incluso desagradable (como ocurre con la harina, el aceite o la levadura del bizcocho) pero sin embargo, otros gozan de la dulzura y el placer por sí solos (así el azúcar, el chocolate o la vainilla). Pierden intimidad y parte de su vida privada, pierden horas de sueño, de ocio pero también en su “mezcladora” añaden esos placeres que la droga de la política otorga a sus líderes en mayor o menor medida. Un ascenso social y económico, un empuje al ego, mil puertas abiertas en tantas ocasiones y lugares, un acceso sencillo y rápido a mil situaciones y lugares intrincados, es la cobertura del pastel, el chocolate derretido por el que todos suspiran. 
Y una vez mezclado, en ocasiones toca limpiar lo manchado porque no se ha cuidado el detalle ni el orden , ni las buenas formas culinarias pero algunos dando la mayor fuerza a sus “lavavajillas” o encargando a otros el proceso de lavado, dejan sus manos y sus espacios limpios sin tener que tocar ni el agua.
Y el horno, el receptor de ese esfuerzo y el que nos dorará la recompensa, precisa de un atento análisis de tiempos, potencia y posición y junto con todos los ingredientes, el bizcocho toma cuerpo y lugar en nuestros platos al igual que el político toma asiento en su escaño. Ha pasado por la agotadora mezcla de ingredientes y manos de cocineros, ha sufrido los calores de la cocción y ahora, se deja reposar en su cómodo asiento para disfrutar del resultado.

El problema surge cuando vemos como el bizcocho no sale de su fuente, no cubre nuestras necesidades para las que surgió y encima, vemos como se endurece con el paso del tiempo sin ser capaz de cumplir su misión y comprobando que hemos perdido tanto tiempo como energía en él para luego no servir para nada. Solo nos resta echarle fuera y tirarle pero ya de nada nos servirá.
Las simbologías a veces son tan clarificadoras que ahora me pregunto si la solución no sería que todos nos alzáramos contra ese bizcocho antes de que se amuerme en su fuente mullidita y saquemos de él todo lo que nos prometió en su principio cuando aún no era más que una receta, un programa escrito entre nuestras manos.