martes, 13 de enero de 2015

Rutina estresante, by La PutaVieja


Rutina estresante, by La PutaVieja


Pues sí, al fin las fiestas navideñas terminaron y con ello, la vuelta a la rutina.

Aquel afortunado que tiene trabajo hoy en día, vuelve a sus atascos matinales, a sus cabezadas en el trasnspote público y al agrio ambiente laboral. Los jubilados como yo, volvemos a llenar los parques en las horas de sol y regresamos a nuestras aficciones como el juego de naipes. Las calles vuelven a llenarse de paseantes  amargados, paseantes que agotados de sonreir forzadamente en las semanas anteriores, simplemente por ser el período navideño, regresan a su vida anodina y deprimente.

Y los niños, sí, hoy hablaré de ellos, vuelven a sus horarios escolares, a sus mochilas repletas de libros, a sus cuadernos sedientos de letras y números, a sus horas de recreo y sobre todo.... al estres de las actividades extraescolares.





Es triste decirlo pero hoy en día, los niños llenan su tiempo libre entre deberes y actividades extraescolares. En mi infancia, en mi juventud, solíamos ocuparnos unicamente de nuestros deberes y de que nuestros amigos y amigas, fueran puntuales en la plaza, en la calle, en el parque, en el descampado para poder hacer equipos y jugar a mil cosas. Nuestra mayor preocupación era saber de qué sería el bocadillo de la merienda o de no llegar el último a la calle para no quedar en el grupo de los patosos a la hora de jugar a carreras, al escondite o a qué se yo qué otros juegos.

Ahora, la situación financiera que nos han creado, no permite que mamá o papa esté esperando a la puerta del cole para darnos el bocadillo, que nos lleve a casa o que nos imponga hora de regreso a casa para repasar antes de cenar, los deberes de matematicas. Hoy, la conciliación laboral no permite que los padres puedan pasar horas de ocio con sus hijos por lo que abuelos, cuidadoras o algún padre/madre en paro de otros compañeros de sus pequeños, se encargan de llevarles y recogerles de sus numerosas actividades musico/culturales/deportivas.






Y esas actividades como ballet, guitarra, idiomas, futbol, atletismo, piscina, obligan a los niños a vivir pendientes de un reloj, de unos horarios apretados, y ello sin olvidar sus obligaciones escolares y que según pasan los cursos son cada vez mayores. Hoy los niños están adapatados desde su infancia a la esclavitud del reloj, a la presión del tiempo. Ya no son unicamente los adultos los que viven las 24 horas del día pendientes de horarios esclavistas, estresantes y amargantes. Hoy los niños casi superan a los adultos porque la presión paternal es brutal. No sólo han de llenar sus horas con mil actividades sino que también han de ser los mejores en todo, para que los demás papa, envidien la maravilla de su creación.

Poco tiempo disfrutan los niños de su verdadero ocio, porque al  final son las presiones sociales y paternales las que les obligan a ser fieles esclavos de su ocio extraescolar impuesto por las necesidades laborales o de posesión de sus padres. Hoy los adultos vivimos marcados por el necesario tener más, mucho más y mejor que los demás, y con esta presión, obligamos a nuestros pequeños a que ellos consigan siempre más y mejores resultados. Poco tiempo disfrutan de sus hijos  y muchos de ellos, el tiempo que pueden pasar con ellos, están tan agotados que prefieren enganchar a sus criaturas a máquinas de juegos o mejor aún, llevarles a otras mil clases extras.




¿Serán estos niño en el futuro grandes deportistas que saquen de pobres a sus progenitores en su vejez? ¿Serán musicos renombrados que compondran sus propias odas? ¿Hablaran chino, aleman, inglés y arabe para llenar más páginas curriculares que seguramente no les asegure un puesto laboral? Igual lo consiguen, no digo que no pero a ¿qué precio? ¿A costa de sus años de infancia? Igual es positivo y beneficioso para ellos pero tantos idiomas, tantas medallas y pentagramas, tantas metas inalcanzables y al final, les cuesta una eternidad comprender la lectura deun libro sencillo, son incapaces deconstruir una frase completa sin asesinar vocales, siguen sin distinguir haber de a ver o continuan fallando en cosas tan simples pero tan profunda como el respeto hacia los demás y esto, no se aprende en las clases extraescolares sino de la imitación de sus padres.



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