Con los cinco sentidos
El verano deja su huella cada año en nuestras vidas. Y esa huella la percibimos en nuestras carnes
gracias a nuestros 5 sentidos. Hoy repasaré unos ejemplos que seguramente tu
también has sufrido.
Algunos efectos del
período estival son visibles, como el tono oscuro de las pieles que durante el
invierno estuvieron blancas y ocultas bajo capas y capas de tela. Sin embargo,
en algunos casos ese paso al tono dorado /torrado, pasa antes por un estado abrasivo
color rojo pasión (y es que hay pasiones
que queman). También son visibles esos kilos de más circundado nuestras
cinturas y caderas por la falta de actividad física y por esas jarras
cerveceras que presiden nuestras mesas. Pero también nuestros ojos observan la
ligereza de nuestras vestimentas llegando a rozar en algunos casos, la pérdida
plena de vergüenza al dejar al descubierto partes corporales que igual hacía
años que no veían la luz del sol.
¿Qué necesidad hay de martillear nuestros oídos con la
insufrible canción del verano? Sí, cada verano parece que necesitemos esa
insípida cantinela que nos acompaña sin descanso en cada rincón del país. Músicas pegadizas, reiterativas y en su gran mayoría carentes de
calidad musical y no digamos literaria pero que como buena canción del
verano, acabamos todos/as cantando, silbando, tarareando y en ocasiones, hasta
bailando! Si es que la subida de grados en el termómetro es muy perniciosa para
nuestros cerebros!
Otros de esos efectos son más olfativos y es que el
"caloret "de nuestra "amiga" persigue a nuestras axilas y
pies para hacerles cantar, y no precisamente esa bochornosa canción del verano.
Es cierto que en ocasiones, los problemas de olores sudorificos son efectos de
una enfermedad pero en otros casos son más bien consecuencias de una falta de
limpieza más que destacable. Aquellos olores compartidos en el apretado
transporte público que ponen a prueba a más de un estomago, son producto no
sólo del calor si no más bien del lejano y/o escaso paso por la lavadora.¡Pero
si algunas prendas podrían salir corriendo o permanecer en pie sin ayuda
externa! Ánimo hagamos trabajar a la lavadora y a la ducha con más frecuencia!
¿Y ese tacto pegajoso que nos recubre de abajo a arriba en
estos días infernales? Si es que en ocasiones salir de la ducha es una
tentación para regresar de nuevo a ella. Y si tienes la "suerte" de
vivir a orillas del mediterráneo, ese
tacto pegajoso se multiplica por diez. Y esa desagradable sensación de tener la
ropa pegada al cuerpo como una pegatina. Incluso en ocasiones creo haber llegado
a pensar si no se quedará tatuada la etiqueta de la camisa al cuello una vez me
la quite.
Y finalmente el sabor del verano que se nos desnuda en
nuestros paladares ansiosos de líquidos. Y es que en estos días, hasta el agua
sabe más rico. Se mezclan en las cocinas ingredientes frescos y crudos que
refrescan nuestros cuerpos y se evitan pesados platos calientes (aunque un buen
cocido siempre sea bien recibido). Y ¡qué decir de esa fresca cervecita
acompañada de unas aceitunas o unas patatas fritas! Y si tienes la oportunidad de disfrutarlo en
una terraza frente al mar, mejor que mejor (aunque la sensación de humedad haga
resbalar tu cuerpo en las sillas de esa terraza). No obstante, ojo con la
aparente frescura de algunos alimentos
que con el calor, no sólo nuestros cuerpos se "descomponen" también
la enterza de algunos alimentos brilla por su ausencia, dejando desagradables
sabores y peores estómagos.
Y es que el verano reactiva nuestros sentidos a pesar de que
en ocasiones deseemos anularlos para no percibir nada.
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