Arte en los balcones.
Sí,
sí, vuelvo a la carga y soy monotemática pero ¿acaso tenemos algo más de lo que
hablar en estos días?
Qué
demonios nos pasa por la cabeza en estos shows de balcón. De acuerdo, lo que
hacen los británicos en Magaluf no es lo más sensato, el balconing no
nos lleva a nada bueno pero es que estos días, se ven y se escuchan tantas
cosas que igual llevan a más de uno a ejercer ese acto de locura que patentan
los británicos borrachos en sus vacaciones en nuestras tierras.
Que
nos está pasando,¿que necesidad tenemos de compartir nuestros gustos musicales
con el resto del vecindario? ¿Qué necesidad tenemos de subir el volumen de
nuestros aparatos musicales para compartir nuestra música con los demás? Ya
sufrimos el confinamiento, ya sufrimos la falta de escapadas, salidas con
amigos y familiares, libertad de movimiento como para hacer sufrir también a
nuestros oídos.
Reconozco
que mis gustos musicales pueden ser muy especiales, o tal vez no tanto pero no
creo que nadie tenga que sufrir mis gustos como yo tampoco quiero sufrir los de
los demás.
Y
para más desgracia, nos estamos volviendo casposos, estamos siendo carne de
verbena de pueblo. Estamos necesitados de música que hasta en las verbenas más
miserables, nos resultaría poco agradable. Estamos recuperando música de los 40
de los 80, estamos recuperando a los Hombres G o a King Africa con la pachanga
de Bomba. Estamos recuperando los arranques de Julio Iglesias o Manolo Escobar.
Y todo a través de un aparato de música que saca al balcón el “entendido en
música” del barrio para disfrute del vecindario. Y lo triste es que
aplauden! Sí, como un héroe del entretenimiento, cuando lo único que ha hecho
es apretar el botón del reproductor y subir el volumen a niveles insospechados
(pobres de aquellos vecinos más cercanos que comparten muro divisorio).
O
aquellos que a voz en grito dejan que sus artes de canto inunden las calles del
barrio y si al menos lo hicieran bien y durara poco tiempo, al menos sería un
esfuerzo que, te guste o no el estilo elegido, es un esfuerzo, es un acto
personal. O aquellos que nos “delitan” con sus obras musicales a través de un
instrumento musical. Si al menos lo hicieran con un mínimo de nivel, de
acuerdo, les daríamos un pase pero aquellos que seguramente no llevan ni un año
de clases, deberían esperar un poco para compartir con todos sus artes. O el
corneta que la verdad, no sé si es miembro de la cofradía del santo cristo del
crisantemo o miembro de la banda municipal pero que igual la canción del paso
de procesión o el paso doble cañí, lo borda pero atreverse desde el primer día
con el Resistiré, ha provocado lágrimas de horror a más de un vecino.
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