lunes, 13 de abril de 2020

La pandemía de la muerte y la hipocresía by LaPutaVieja







La pandemía de la muerte y la hipocresía.



No, no me ha llevado por delante ni la vida ni el virus, bueno, al menos por el momento.
Llevo tiempo en silencio pero no por razones de salud ni por razones que deba ocultar. Sólo por una razón no he aparecido en tanto tiempo por aquí: no me apetecía. De cualquier forma tampoco creo que se me haya echado mucho en falta.

Cuando una ya es vieja, hace lo que le da la gana, no se ata a obligaciones y por supuesto, se cabrea con más facilidad con la hipocresía.

Con este arranque os podéis imaginar que sí, estoy cabreada y mucho. Estoy cabreada por esa hipocresía que nos envuelve estos días. Parece que necesitamos al salir al balcón cada tarde con la escusa de honrar a los que hoy trabajan para salvar nuestras vidas, para aplaudir a los sanitarios y personal de servicios esenciales que evitan que muramos como moscas o que no tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas. Pero esa necesidad de salir al balcón es en una gran mayoría,  pura hipocresía o como dicen hoy en día los jóvenes, puro posturéo. Muchos de ellos salen a sus ventanas y balcones para lucirse, para aplaudir con más fuerza que sus vecinos y gritar más fuerte viva España y demostrar que son más patriotas y más españoles que todos los demás juntos. Y de paso, aprovechar para dar un repaso por los balcones y señalar a aquellos que no se asoman nunca o casi nunca. 



Pero muchos de ellos, de esos que se destrozan las manos aplaudiendo y dejan afónicas sus voces gritando consignas patróticas, son aquellos que hace un puñado de años, lanzaban pestes contra las mareas blancas. Son aquellos que cuando salían a las calles, cuando se ponían en huelga, cuando protestaban esos profesionales a los que hoy catalogamos de héroes, gritaban con igual potencia lo insensatos que eran, lo irresponsable de sus actos al dejar sus puestos de trabajo por un puñado de euros. Pero no, no lo hacían sólo por un salario justo, acorde con su esfuerzo laboral, lo hacían para poder evitar esos recortes sanitarios que hoy han sido unos de los causantes de este caos sanitario, de este colapso de nuestra sanidad pública. Hoy catalogamos de héroes a quienes trabajan por nuestra salud cada día del año, con virus o sin él, con pandemia o con gripes, en festivos, en vacaciones o en domingos. Son trabajadores sanitarios, son obreros que salvan nuestras vidas los 365 días del año y que esperan de nosotros, algo más que un aplauso de diez minutos cada tarde. Son obreros que quieren que apoyemos sus peticiones, que les hagamos caso cuando nos aconsejan, que no abusemos de esa sanidad que todos queremos universal y gratuita, que votemos a quienes defienden la sanidad pública y para todos porque como ha quedado demostrado, es la que nos puede salvar a la hora de la verdad.


Sí, los recortes en la sanidad pública contra la que protestaban en esas manifestaciones, la reducción de la inversión de materiales,  de personal, de instalaciones son los que han provocado la muerte de más personas de las que deberían haber fallecido. Y lo triste es que esto volverá a ocurrir y no se llamará coronavirus, recibirá otro nombre pero volveremos a sufrir una pandemia similar y nuevamente, moriremos sin control porque la inversión en sanidad pública nunca llegará. Porque para que se produzca ese cambio, necesitaremos un cambio radical del sistema económico financiero que mueve los hilos de este mundo y existen tantísimos intereses creado que no permitirán quitarle la máscara al capitalismo descubriendo tras de ella la mayor de las podredumbres del sistema mundial.

Y hoy apoyaremos a los sanitarios, a los servicios de limpieza, a los servicios de orden público, a los empleados de supermercados y tiendas de alimentación. Y los honraremos y adoraremos como a dioses pero ¿cuánto durará esto? Seguro que cuando levantemos la barrera del confinamiento, cuando pasen unos meses, cuando el miedo se haya difuminado, volveremos a olvidar que tras la bata del medico, tras la fregona o tras la caja registradora, hay una persona que requiere, que reclama, que exige sus derechos y que sin ellos nuestras vidas se pueden paralizar. Pero no permitamos que este olvido nuestro, haga más fuertes a los empresarios y sigan aprovechándose de los obreros, de todos nosotros, inclusive de los que ya no trabajamos. No permitamos que todo esto se nos olvide,

 Y es que es triste decirlo pero pesa más el poder económico que la salud. Pesa más el poder del euro que los latidos porque es fácil sustituir al obrero muerto por otro obrero y además, para el bolsillo del empresario es menos costoso. 


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