Blanca falsedad
Por más que nos pese
a algunos y algunas.... la dichosa temporada navideña ya ha llegado.
Cada año parece que
nos "lo cuelan" más pronto.
Como sigan a este ritmo, en pleno ocaso del verano, nos irán ofertando las nuevas versiones
turroneras. Y como cada año escucho las mismas estupideces: "Estos días son especiales, son
bonitos, tiernos, llenos de amor"; "son los días ideales para
disfrutar con la familia, los amigos"; "la temporada de los
niños"; "son días de cuento de hadas, de cuento de Navidad".
En dos palabras: ES-TUPIDECES.
Comparar estos días con cuentos infantiles, con días de amor y sueños, con
ilusiones y esperanzas, me parece
patético. Yo más bien lo compararía con
la muerte. Sí, aunque parezca una
burrada, hay múltiples paralelismos entre la navidad y una defunción.
Cuando alguien
muere, todos los que asisten a su entierro, dicen verdaderas maravillas sobre
el difunto, su viudo/a, sus hijos y amigos que siempre estuvieron a su lado. En
navidad, "todos somos buenos"
aunque durante el resto del año, hayamos
sido unos verdaderos hijos de nuestra
madre.
En un entierro, aun
cuando estés hecho polvo por la pérdida
de algún pariente, has de disimular y tragarte el dolor para aguantar el trago
lo antes posible y escapar a tu rincón de soledad. Lo mismo ocurre con la
navidad, aguantas a parientes lejanos y amigos en comidas y cenas con la mejor
de tus sonrisas aunque preferirías estar
tumbado en tu sofá con tu mantita y
cenando un par de huevo fritos mientras te chupas los dedos en lugar de mantener
las buenas formas ante tu jefe o tu cuñada mientras comes unos malditos
langostinos congelados. Eso sí, de
cuando en cuando, no está de más dejar
caer alguna lágrima en público ya sea de dolor o alegría, según sea el momento,
para demostrar lo sensible y sentido que es uno.
En un velatorio, los
abrazos, besos y muestras de cariño, se expresan a espuertas y sin límite
alguno. En estos días invernales, las efusivas demostraciones de amor y cariño se multiplica por diez,
aunque dos días después te vuelvas a ver con los mismos y regreses al puñal en
la espalda, el mal gesto y la peor mirada.
Y no, no nos olvidemos
de los niños. Con el fallecimiento del abuelito, del familiar o amigo de la
familia, al niño se le suaviza el tema, se le engaña con historias de cielos
algodonosos y mejores existencias virtuales. E incluso se les indica que el ser supremo lo necesita a su lado pero,
dónde mejor va a estar una persona que
con su gente (bueno en ocasiones mejor estar muerto). Ese nieto igual
necesitaba a su abuelo mucho más que el dios
de los cielos. De igual forma, los niños en periodo navideño, viven de
engaños “reales-mágicos” que drogan
sus cerebros y más con el pesado alimento del regalo y el consumismo desbocado.
Los funerales se
llenan de flores, se demuestra el nivel de respeto y cariño con grandes coronas
o centros de flores. De igual forma en navidades, las casas, las tiendas,
oficinas y calles se engalanan con flores y espumillones. Y al igual que en el
primero, se crecen aquellos que han
invertido un gran pasturral en las
flores más caras y ostentosas, en período festivo, las comparaciones y alardes de
decoración, belenes, regalos, abetos y
mesas primorosas toma protagonismo y algún que otro pique y envidias varias.
Mientras en los
tanatorios se crean corrillos para alabar al difunto y criticar el mayor o
menor número de visitas, la mal llevada senectud de algunos, la poca clase de
muchos de los presentes, en las reuniones navideñas, se organizan similares grupitos para babear o para destruir verbalmente a la suegra o al jefe y para
criticar al resto de los allí presentes.
Podría seguramente
encontrar alguna otra comparación pero creo que con esta pincelada es más que
suficiente, además, y con el estómago aún vacío, me siento empachada del “maldito espíritu navideño”
Y lo más seguro es
que en los próximos días, y como cada año, comeremos, cenaremos, nos
regalaremos y nos adularemos con toda la hipocresía del mundo y seguramente en
la próxima reunión nos acordaremos de aquellos que desgraciadamente no podrán
estar más allí, los difuntos.
Os felicitaría las
fiestas pero para ser sincera, no me apetece.
Lo que si os puedo dejar es una canción de mi grupo favorito, ale!